Tengo 57 años. Mi sordera es de tipo genético, tengo varios antecedentes familiares, mi padre y dos hermanos, también con hipoacusia. En todos los casos es progresiva. En la infancia tuve varios periodos de dolor de oídos y había sonidos que no identificaba, especialmente el sonido “gu” yo solo oía “u”, pero no fue hasta los 27 años cuando me diagnosticaron hipoacusia bilateral. Estuve varios años sin usar audífonos hasta que me puse uno en el oído derecho a los 30 años y 5 años después me puse ya audífonos en los dos oídos.
A partir de entonces he cambiado de audífonos cuatro veces, lo que supone un importante gasto, ya que tienen un precio considerable. He tenido dificultades en la vida cotidiana a causa de mi deficiencia auditiva, tanto en los estudios y trabajo como en la vida cotidiana y social. Teniendo que recurrir a compañeros para que me facilitaran apuntes en la época de estudiantes, teniendo que desviar llamadas telefónicas a compañeros de trabajo por no poder entender las conversaciones por teléfono, ir al cine únicamente cuando ponían películas subtituladas, ir al médico acompañada, dejar de ir a lugares de ocio en locales con mala acústica, entre otras cosas.
En 2020 me reconocieron una discapacidad auditiva del 41%, lo que me ha permitido el acceso a plazas de oposiciones reservadas a personas con discapacidad, sin embargo, como ayuda para personas con deficiencia auditiva solo ofrecen como ayuda un intérprete de lengua de signos, que está muy bien, pero en mi caso no es suficiente, ya que yo solo he hecho cursos de iniciación a la Lengua de Signos Española. La intérprete durante el primer examen tuvo la deferencia de quitarse ella la mascarilla para que yo me apoyara en la lectura labial.
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