marzo 7, 2022

Usuario anónimo (Socio de SADAP)

Mi experiencia personal: Yo comencé a perder audición y a padecer los acúfenos aproximadamente los 46 años, como consecuencia de medicamentos muy fuertes para tratarme un problema visual. Primero en un oído de forma rápida, me compré un audífono, después fui perdiendo del otro oído y tuve que comprar un segundo audífono, pero como aumentaba la pérdida de audición en los dos oídos y los audífonos que tenía graduados al máximo ya no me servían para oír, tuve que comprar otros dos audífonos mejores y más modernos que me ayudaron a oír y sobre todo a entender. Mi entorno y mi vida diaria fue cambiando según perdía audición y tuve que ir adaptando mi casa a mis necesidades auditivas: teléfonos, despertador, televisión, auriculares, adaptadores en el timbre de casa, actualmente estoy buscando una solución para poder entender cuando estoy en la cocina con mi familia, el azulejo hace que me pierda en las conversaciones, posiblemente tendré que utilizar un bucle magnético.

En el entorno familiar y social voy a enumerar situaciones que fueron apareciendo:
- Necesitaba que me repitieran las palabras o frases cuando me hablaban.
- No respondía cuando alguien me hablaba.
- Me costaba seguir conversaciones cuando hay varias personas hablando a la vez o mucho ruido.
- No percibía sonidos agudos como el teléfono o el timbre.
- Se hacía cada vez más difícil comunicarme por teléfono, oír la televisión.
- No sabes de donde provienen los sonidos, si me hablaban por detrás no lo oía.
- Aparece la frase “oigo, pero no entiendo”, “no grites” …
- Tenemos la mala costumbre de hablarnos en casa estando en distintas habitaciones, si en la misma no te enteras, a distancia menos y lo sustituimos chillando que no sirve de nada.
- Aumenta el mal humor, te enfadas con el mundo en general y contigo misma en particular…

En el entorno laboral: La pérdida progresiva de audición empezó a influir en mi trabajo, siempre encuentras dificultades para que te adapten incluso el teléfono, que tiene una solución muy sencilla. En mi trabajo la audición era muy importante para desempeñarlo adecuadamente, motivo por el cual me dieron la incapacidad permanente total para mi trabajo habitual, también influyó el tener una deficiencia visual grave en un ojo. Llegué a pasar momentos de tanta angustia y estrés que entendí que no podía poner en riesgo directamente a personas que dependían de mí, y fue duro asumir que mi vocación profesional terminaba relativamente joven.

En bares, restaurantes, reuniones familiares… Me esforzaba por entender lo que se hablaba, pero cada vez era más y más difícil, te cansas de pedir que te repitan las cosas porque no oyes, da rabia ver que los demás se ríen y tú no has oído el chiste o lo que ha provocado las risas, intentas seguir una conversación intentando unir las palabras sueltas que oyes y al final te das cuenta de que te has perdido o incluso en tu cabeza te inventas palabras para sustituir a las que faltan, total que te quedas sin interaccionar o respondes con algo que no tiene que ver con lo que se está hablando. Llega a ser estresante, te sientes excluida, sola y llegas a estar deprimida. Empecé a aislarme de las conversaciones y acabé aislándome de parte de mi entorno. Cines, teatros, auditorios, museos… simplemente dejé de ir, en el cine el sonido es alto, pero por ello no se entiende mejor, al contrario, la música en general tiene sonidos que se amplifican con los audífonos llagando a ser muy molesto, y si ponen música de fondo no se entiende a los actores. Parecido pasa en el teatro, tengo que buscar un lugar cercano para intentar oír a los actores y mirar si es posible sus labios, lenguaje corporal… Los conciertos directamente no voy, no solamente la música alta sino el ruido que se genera alrededor del evento hace que no escuche bien ni la canción ni la melodía. En los museos, por ejemplo, suelo coger una persona guía y ponerme a su lado informándole de mi problema auditivo, pero cuando he intentado coger cascos el volumen es insuficiente o las audioguías no son compatibles con los audífonos. En salas de espera de hospitales, centro de salud, consultas… llaman directamente al paciente o utilizan megafonía con el ruido que hay en esos lugares y la mala megafonía no me entero cuando me llaman y me crea ansiedad y nerviosismo por si se me pasa el turno, hay que estar preguntando todas las veces que han dicho o tienes que ir acompañada.

Hay situaciones como ir a preguntar algo a un departamento oficial, al médico… donde te hablan bajo y le dices que por favor que llevas audífonos, que oyes mal y que levanten el tono de voz, y lo que me ha ocurrido es que hay personas que me hacen caso, pero que al poco se les olvida y vuelven a hablar bajo, o que ignoran lo que les dices y siguen sin modificar su voz. En las estaciones de tren, autobuses, aeropuertos pasa lo mismo no entiendo lo que dicen por megafonía, tengo que estar muy, muy atenta si hay pantallas electrónicas, estar preguntando continuamente o ir acompañada. Otra situación que he vivido ha sido ir a la playa, piscina o spas, lógicamente no puedes utilizar los audífonos, no se pueden mojar y hay que ponerse tapones si eres propensa a infecciones, ves como tu entorno se comunica, se ríe, disfruta y me vuelvo a aislar. Llegó un momento donde la audición era tan poca que me planteé aprender el lenguaje de signos, pero implica que las personas de tu entorno lo conozcan y ahí es donde está el problema, el lenguaje de signos generalmente se emplea en el entorno de personas sordas, pero la sociedad no lo practica ni lo entiende y llegué a la conclusión que no era una solución en mi caso. Me decidí a aprender y practicar la técnica de la lectura labial, reconozco que necesito ir a sesiones y practicar mucho más esta técnica, no soy capaz de seguir una conversación, pero me ha ayudado mucho y ya inconscientemente miro a los labios de los demás porque me ayuda a comprender palabras fijándome en el movimiento de sus labios. Con esta técnica nos encontramos barreras que inconscientemente las personas realizamos sin darnos cuenta, como hablar con la mano delante de la boca, mirando a otro lado, mala pronunciación o exageración en la pronunciación… pero nos tendremos que ir concienciando a nosotros mismos y a los demás para eliminar esas dificultades.

También comencé a practicar viendo las películas y series subtituladas, resulta difícil al principio, pero se puede ir mejorando, lo negativo es que a veces va tan rápido que no da tiempo a leer todo. Los efectos negativos que he apreciado en mi persona es alteración de la conducta y del sueño, angustia, tristeza, incomprensión, depresión, disminución de la actividad social, problemas de comunicación, no disfrutar de la familia y amigos y disminución de relaciones sociales. Quien me conoce puede pensar que soy fuerte y supero las dificultades, cuando me ven es porque no lo exteriorizo, pero la realidad es que todas las emociones, desilusiones, angustias, soledad, depresión… Están ahí, cuando me siento optimista lucho por adaptarme al entorno y adaptar el entorno a mi discapacidad, pero cuando me apodera el pesimismo, me aíslo en mi mundo, en mi casa, en mi persona; con ello me hago daño y hago daño a las personas que me quieren. Mi mayor pregunta es ¿por qué actualmente vivimos en un entorno que nos dificulta la vida diaria, cuando es fácil y económicamente posible adaptar nuestro entorno para que consigamos independencia e igualdad? Para las personas con deficiencia auditiva en mayor o menor grado necesitamos de prótesis auditivas fundamentalmente AUDIFONOS o IMPLANTES COCLEARES, aquí comienza el mayor de los problemas, hay mucha clase de audífonos, pero los buenos baratos no son, por tanto, hay personas que no se los compran. No hay subvenciones o si las hay llegan a una mínima parte de personas con hipoacusia. El dinero que llevo gastado es elevado y yo he podido (claro priorizando oír, ante otras cosas a las que hay que renunciar) pero es una pena pensar que por dinero hay personas que no oyen

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